domingo, 29 de septiembre de 2013

Un sueño, un estilo de vida, el fútbol, mi pasión.

Una dulce pasión que invadió mi alma, un equipo, una ilusión, un sentimiento del corazón.
El amor y la pasión por el fútbol pueden nacer a temprana edad, o tal vez por coincidencia. La gran mayoría de nosotros empezamos este idilio siendo hinchas de algún equipo, o jugador favorito. A veces esa pasión es por elección propia o adquirida porque pasa de generación en generación. Eso es lo lindo de este deporte, pues muchas veces las familias encuentran más razones para pasar tiempo juntas solo por el hecho de ver un partido de fútbol. Vaya, ser hincha es una de las cosas más raras del mundo, es más o menos como la profesión del árbitro — nadie lo entiende, y nunca vas a poder tener a todos felices—. Pero, las alegrías y vivencias que tendrás como hincha, ya sea dentro del campo, o viendo un juego con los amigos, nunca nadie te las borrará de la memoria. ¡Eso es lo lindo del fútbol!
Entonces, surgen las preguntas: ¿Por qué “amamos” tanto al futbol?; ¿Por qué imploramos tanto a una camiseta? ¿Por qué seguimos tanto a 22 personas que corren detrás de un balón? Pues yo tengo mi propia teoría, y aquí les va: recuerdo a mi primer entrenador diciéndome: “El jugador de fútbol nace”. Lo recuerdo tan claro como el agua, fue mi primer entreno de fútbol. Al verme jugar y tratar el balón él simplemente se echó a reír  y recuerdo las palabras que sus labios pronunciaron: “Trata a la pelota como tratas a tu novia: deséala acaríciala y ámala”.
Obviamente, yo recibí un regalo especial, una crítica y una opinión, ese día y nunca olvidaré esa frase de “amor” de aquel entrenador, —pues prácticamente me estaba diciendo: “joven, ¡usted no es para el fútbol!” —pero como todo ser humano, vasta que alguien te diga que no puedes hacer algo, para hacer todo lo contrario.
Es así como nunca voy a olvidar mi primer entreno. Fue ese día que decidí que yo amaba al fútbol más que muchas cosas en mi vida, y nadie, absolutamente nadie, me iba a poder decir lo contrario. Pero por más que eso suene bonito, había que trabajar, practicar, estudiar, ver videos, dejar de lado la vida social; y una vez hecho todo eso, ir a practicar con los mejores para demostrarle a todos que uno si ama de verdad al fútbol. Así que el mensaje que yo transmitiría a todos hoy en día es: “Los jugadores de futbol nacen, pero también se hacen.”
Lo que es casi imposible, es hacer que alguien ame este deporte tan bello. El fútbol no se ve con los ojos, se siente con el corazón, lo piensas con la cabeza, pero lo ejecutas con los pies. Claro, hay muchos que nacen superdotados con ese grado extra de poder llevar el balón pegado a los pies, pero si ellos no tienen el corazón, ni la cabeza puesta en su sitio, jamás van a poder jugar al fútbol de una forma competitiva.
Pienso que no hay que pasar tiempo negándole un “Te amo” al balón, hay que tratarlo con cariño – tal y como se hace con los seres más preciados—. El fútbol nunca abandona a las personas, pero el fútbol tampoco regala nada, hay que esforzarse. Una persona puede obtener del fútbol, lo que quiera de él, solamente está en la mente, y en las acciones. El fútbol es como una novia —hasta a veces mejor porque la pelota no habla mucho—.
El fútbol: se vive, se siente, se disfruta y se admira.

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