Permanezco
en este espacio frío y sin compañía, más me llena el vacío y el silencio de la
tranquilidad, pidiendo que nadie me interrumpa por si quiero llorar.
No
quiero que me dejen viajar al mundo de la soledad, pero caigo rendido ante las
constantes decepciones y ansiedad, envolviendo esta alma con el manto del invisible
olvido y no esperar.
Paso
desapercibido entre tanta gente que me conoce, aunque cala en mi cuerpo la
sensación de tranquilidad, y la angustia rasga mi alma logrando escapar. Pierdo
la exactitud de mis pasos, aun teniendo un camino trazado en la oscuridad y
paso tras paso logro volver a olvidar.
Tengo
la sensación de que he sido el objeto para la curación de otras personas, que
me han utilizado para seguir adelante con sus vidas. Y ahora les irá bien, creo.
Me consta que así es en algún caso. Yo no sabía que acabaría así. Como si me
hubieran robado la energía para seguir, el deseo de conocer, las ganas de todo.
El valor de arriesgarme a sonreír.
Este
texto no es para arremeter contra nadie, excepto contra mí. Por
imbécil. Ahora estoy más solo que nunca.
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